AUTORES_ J. M. Bergua, M.A. Castillón, A. Ferraz y C. Labarta
FECHA_1994
BREVE DESCRIPCIÓN_ En la planta del edificio resuelve las condiciones del mercado de la vivienda de Zaragoza.
El interés del edificio reside en saber convertir esa necesaria obligatoriedad de la planta en excusa para la composición rotunda y excesiva que resuelva la simultánea e indistinta aparición de salones, cocinas contenedor o dormitorios. Sobre un fondo neutro de ventanas cuadradas manipula, en el sentido arquitectónico, la piel exterior para acomodarla a las necesidades del entorno. La fachada principal se concibe desde estas tres respuestas para lectura del entorno:
Responder a una calle dinámica, concebida para el coche para la percepción de la arquitectura en movimiento. La fachada se entiende como un equilibrio dinámico.
Recoger la proporción de bloques de cuatro y ocho plantas. La composición recoge estos dos módulos coronándose con el distinto tratamiento de las plantas superiores.
Y, fundamentalmente, de intentar responder al espectáculo de las nuevas “plazas” que el urbanismo del polígono ha creado. La plaza, donde los coches ordenadamente dispuestos han sustituido a las gentes, se convierte en el punto más concurrido del barrio. Entre los coches, en esa plaza parking, sucursal, que no conviven, dos grupos de personas: la familia de compras, en chándal, en torno al carrito, deslizándose con él sorteando los coches, sin tiempo para pensar; y el abuelo, solo y soleando, apoyado contra algún momento de hormigón, que no hay bancos. Para este mayor que pasea, vive mira, le hemos pensado un reloj como la iglesia del pueblo, en la plaza de la nueva catedral-pryca. Iba a ser de sol, porque este anciano no lleva chándal sino boina, pero no pudimos.
Ahora la gente le llama ya el edificio del reloj. Se trataba de eso, de intentar convertir el mercado de la vivienda en arquitectura, y la arquitectura en soporte de símbolos, y los símbolos en referencia del espacio urbano. Como siempre. Creemos que les gusta. Y no sólo al abuelo.
La tendencia hacia una mayor preocupación por el diseño arquitectónico y la expresividad formal llega a mediados de la década de los 90 hasta el ACTUR, una zona en la que, hasta entonces, había predominado un sentido plenamente utilitarista y de una construcción basada en la mayor economía posible.